martes, 10 de julio de 2012

¿Ya nadie recuerda a Daphne Du Maurier?




¿Quién se acuerda de ti, Daphne? Confieso que yo misma no llegué a conocerte hasta hace tan sólo un año o dos, a lo sumo. Pero ¿quién eres tú? ¿Y por qué debes ser recordada?
En su país natal, Daphne Du Maurier (algunos escriben “du Maurier”) sigue siendo querida y respetada; la BBC ha llevado su vida a la pequeña pantalla en el biopic Daphne. Los que la conocen con su propio nombre, sin embargo, lo hacen principalmente por el de otra mujer: hablo de la novela Rebecca.
Es curiosa la forma en que la película Rebecca no consta como una de las mejores o más fácilmente reconocibles de Hitchcock. Es todavía más curioso reconocer otra de las obras de Daphne en la que posiblemente sea la película más famosa de este director (con permiso de Psicosis): Los pájaros está basada en un relato corto, pero intenso, de la autora. Rebecca, sin embargo, es una novela de mayor extensión, y que sin embargo puede llegar a hacerse corta (como un buen libro, que es de lo que se trata).
La historia misma que rodea a Rebecca es curiosa, ya que las aparentes similitudes entre Rebecca y Jane Eyre conllevaron acusaciones de plagio. Nada más lejos de la verdad. Quien haya leído ambas historias reconocerá la grandeza de las mismas, y la personalidad de cada una. Un lector amante de las Brontë puede simpatizar perfectamente con las obras de Daphne. Es más, frente a los que ven trazos de misoginia en las obras de Daphne (encarnadas en la figura, por ejemplo, de la misma Rebecca) yo veo más bien una igualdad de sexos: aceptar a las mujeres malvadas y su presencia de la misma manera que hay hombres malvados, y por supuesto también hay mujeres buenas y hombres buenos. Pero esta simplicidad no forma parte del mundo de Daphne ni tampoco del de Charlotte o Emily Brontë (no puedo decir lo mismo de Anne). La complejidad de los personajes es lo que muchas veces saca adelante la historia. Vemos la evolución de la protagonista narradora de Rebecca, una mujer cuyo nombre no se revela y que encarna el tesón y el esfuerzo de una persona enamorada que tiene que lidiar con una situación nada sencilla.  
Al igual que el grandísimo sir Arthur Conan Doyle, Daphne conjuga el mundo real y lo adorna con elementos aparentemente sobrenaturales, como los mismos pájaros o en el relato Monte Veritá. Pero nada es lo que parece: todo tiene una explicación razonable. Y esta explicación no puede defraudar al lector. En lugar de eso, a veces es preferible dejar un final abierto (y tiene que ser un buen final abierto para que incluso alguien que odie los finales abiertos quede satisfecho), en el que la tensión y la emoción del relato prosiguen durante horas después incluso de haber cerrado el libro.
 


Y siendo así, ¿quién olvida a Daphne Du Maurier, maestra del misterio y pintora realista y detallada de la psicología humana? Nosotros, quizá. Una rápida búsqueda de las ediciones españolas de los últimos años dedicados a esta autora nos mostrará que los editores se centran casi exclusivamente en Rebecca. Si alguien en este país quiere leer otras obras de Daphne Du Maurier tiene dos posibilidades:

1) Leerlas en inglés o francés.
2) Recurrir a ediciones antiguas de segunda mano (esta es la opción que yo tuve que tomar).

No me explico el olvido de esta autora. Las ediciones antiguas que se han hecho de ella, y que he podido comprobar en persona, son excelentes: una buena traducción, seguida de ediciones magníficas de tapa dura y encuadernadas en piel verde, con marcapáginas de raso… Y si bien Daphne sigue siendo hija de su época, sus historias se centran en aspectos inmortales: el abandono de una persona amada, el estar a la altura de las circunstancias, el odio que nace entre los que conviven juntos, la eterna lucha entre la naturaleza y el hombre…
Decía Virginia Woolf que una mujer necesita 500 libras al año y una habitación propia para escribir. Daphne Du Maurier sacó un inmejorable provecho de su posición social y, si bien su misterio está a la altura de un hombre tan extraordinario como sir Arthur Conan Doyle, y la complejidad de sus personajes rozan a la de los personajes de las Brontë, supo ser una mujer que escribió algo único e irreemplazable, original, eso que Ray Bradbury califica como “lo que sólo uno puede escribir”. Y lo hizo desde muy joven, ya desde los veinte años.
¿Cómo, entonces, se la ha podido olvidar de esta manera? ¿Y cómo podrá recuperarse su memoria? Agradezco que al menos sus compatriotas muestren respeto ante la grandeza de un ser humilde y dedicado que nos descubrió lo interesante de no saberlo todo.

3 comentarios:

  1. Se ha olvidado porque aquí no se ha llegado a conocer realmente, así que no se le puede hacer justicia.

    ¡Besos!

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  2. Yo sólo tengo conocimiento de su existencia por un libro en francés que tiene mi madre y que al no saber ese idioma no puedo leer... pero me gustaría mucho conseguir algo de viejo para poder conocerla de verdad :)

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  3. Gracias por acercarnos más a esta mujer, a veces las grandes obras no suelen ser de las que más se hablan, o caen en el olvido para siempre.

    Como dato curioso, por esa obra mi madre quería ponerme Rebecca de nombre, pero al final mi padre la hizo camiar de idea :P

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