domingo, 16 de mayo de 2010

Lady Pole

De pequeña vivía en una casa con jardín delantero y trasero. Recuerdo muy bien las rosas rojas, y el césped, y la tapia blanca, y la cancela verde oscuro que parecía llevar a otro mundo. A los siete años nos mudamos a este piso, y aquí no tengo jardín. Mi madre nunca compró ninguna planta, y yo me alejé parcialmente de la naturaleza, más aún cuando me sobrevinieron los primeros ataques de alergia.

El año pasado, por estas mismas fechas, también pusieron la Feria Medieval aquí, en Sevilla. Hacía más calor, bastante más, y todo fue más divertido, aunque no es que en esta ocasión lo haya pasado mal. Compré un pajarito de cerámica, de estos que les metes agua y cantan. Y flores de madera, olorosas y coloridas. Y entonces llegamos a un puesto lleno de plantas, ¡muchísimas! Era el puesto más bonito de todo el parque, o al menos a mí me lo pareció.

Nunca he cuidado una planta. He visto muchas veces a mi abuela cuidando sus queridas flores, trasplantar geranios, mimar claveles… Me quedaba ensimismada mirando el contraste entre la tierra oscura y la claridad de las flores. En el puesto pasaba lo mismo, pero a mayor escala.

Y entonces la vi.

Una maceta con unas flores y un cartelito delante que decía “Lavanda dentada”. Pagué tres euros pensando lo baratísima que es la vida floral, y me la llevé a casa en una bolsita blanca.

Investigué sobre su cuidado. La llamamos lady Pole, en alusión al personaje de Susanna Clarke, una dama que resucita un mago victoriano con la “colaboración” de un duende con el pelo como el vilano del cardo. Y dijimos que si lady Pole moría, si se marchitaba, llamaríamos al mago, el señor Norrell, y ella resucitaría.

Bien, lady Pole creció, se hizo grande. Sus flores siempre me apasionaron, resistieron el calor de los primeros meses. Y el frío de los primeros meses, porque la lavanda dentada resiste hasta la escarcha. Luego se empezó a morir, a decaer, y llamé a Ed. Él me dijo que la había cuidado muy bien, pero que no debía preocuparme.

Hoy es el cumpleaños de lady Pole, pero el viernes volvimos a la Feria Medieval. Ya le había comprado un regalito, un pajarito dorado, pero quería algo más. Volvimos al mismo puesto que había el año pasado. No sé si el hombre me reconoció. Me llevé otra lavanda dentada, la más frondosa y florida que yo haya visto jamás, y otra cosa. La nueva planta y la otra cosa fueron en otra bolsa blanca hasta mi casa, y ayer al despertarme hice lo que debía hacer.

Arranqué con cuidado las últimas hojas de lady Pole, secas pero suaves y olorosas, y las guardé en una cajita. Guardé su olor y su suavidad, fuertes como su recuerdo.

En la maceta puse la nueva lavanda dentada, mi lady Pole, y lo otro. Lo otro es un formidable compañero: un ciprés, ni más ni menos. Lo vi y sabía que a nadie de la casa le iba a gustar (en mi casa siempre recuerdan que es el árbol de los cementerios), pero yo siempre busqué los colores de Van Gogh. Y es que los cipreses ya no son cipreses, son los árboles de Vincent, los que tienden sus hojas intentando acariciar esas estrellas que giran y giran, y nosotros con ellas, en un estrellado baile.



Llamé al ciprés Vincent, su cumpleaños será el 14 de mayo, así como el de lady Pole es el 16. Puse el pajarito dorado y retraté a la familia, orgullosa de su belleza y del pequeño bosque que han puesto en mi casa y en mi corazón.

Anoche me preocupé muchísimo, no sabía si sabría cuidarlas. Pero el tiempo dirá; y es que a mí siempre me gustó ver cipreses.

2 comentarios:

  1. Que preciosidad de flores! seguro que lo harás bien y tendras unas flores bellisimas, el secreto para tenerlas tan bonitas es el cariño y seguro que de ti no le faltara jeje.
    Un besazo!

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  2. Qué bonito^^ La lavanda será grande y el ciprés precioso^^

    Besotes!!!

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